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aire 151 125

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por Lorenzo Galgó

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Una persona me dijo que relacionaba mucho La Mancha con el viento.

Llamamos viento a una momentánea intensificación de energía en el aire.

Me sorprendió, esa imagen, –quizás proveniente de la película Volver, de esa escena en la que se limpiaban tumbas mientras corre fuerte el viento solano, o quizás sea por los molinos de viento, imagen tan estereotipada fruto de la novela de Don Quijote–.

Esas representaciones para mí no guardan correspondencia con mi experiencia de haber estado viviendo ahí, dándole vueltas, encontré que quizás esa persona había relacionado esa imagen con esa zona geográfica llamada La Mancha, debido a las cualidades de este lugar. Especialmente pudiendo referirse para producir esa representación, a la inclemencia y a la intemperie.

La Mancha es una zona llana y abierta. Es difícil encontrar un gran árbol o una montaña que cobijen y sitúen el cuerpo en el espacio. Esto es un rasgo que produce un estado de indefensión, la proporción del cielo visible y la latencia de un suelo llano que se pierde en el horizonte llegan a generar una sensación que llamamos estar a la intemperie.

Si bien la Mancha no destaca por una meteorología especialmente virulenta, en las ocasiones de extremo calor, o de temporal de viento o lluvia, uno que se encuentre en medio de la mancha no tiene la posibilidad de cobijarse, estando a merced del “aire”. Recuerdo a J decir que había sufrido de un “estrés climático” cuando en agosto, decidió dar un paseo a las 11:00 de la mañana. Mi madre y yo le advertimos que era mala idea, que llevase agua y sombrero (cosa que hizo).

Su “estrés climático” era la respuesta a la imposibilidad ante un sol y calor inasible de tener la autonomía de refrescarse. Es decir, el estrés climático en esa situación era el resultado de la no posibilidad de regularse uno su propia temperatura –de perder agencia–.

No siendo posible por ausencia de sombras, vegetaciones altas, construcciones, ríos o lagos, refrescarse.

Miguel Fisac es un arquitecto nacido en Daimiel que, durante el desarrollo de su carrera, percibió en su trabajo la importancia en la relación entre el interior y el exterior. Entonces para el edificio, hablaba de la necesidad de entenderlo plantado en un contexto social, climático y material. Sus trabajos partían de la idea de que la arquitectura no son cuatro paredes y un techo, sino el aire que queda dentro. Proponía la tarea de la arquitectura como la de definir unas cualidades específicas, basadas en un contexto real, que hagan posible a la especie humana estar en un espacio, durante un determinado tiempo. 

Para el momento público de Cuenca, se ha trabajado con el edificio de la Biblioteca Pública Fermín Caballero, antes llamada Casa de la Cultura de Cuenca, realizada por Fisac. El trabajo aflorará en diferentes formatos y tiempos, ya habiéndose manifestado en el Instituto de Bernardo Balbuena de Valdepeñas (también proyectado por Fisac) y que en su recorrido por Cuenca, sucederá en la sala de exposiciones desde el día 15.11.25 hasta el 30.11.25. Eventualmente, también en la planta cuarta, llamada sala del voladizo que será también activada el día 28 de noviembre en una sesión donde se compartirá más de este proceso.

En estas entradas y salidas del edificio, aire como proceso irá actualizando su nombre, para enunciar diferentes colaboraciones, como las que se realizará con la artista Julia Alfaro en el Museo de Cuenca con formato online o las que ocurren en camisetas fuera del espacio de la sala de exposiciones.

Proyecto producido en Grotta Artist Residency y financiado por InJuve.

¿Qué esperas del programa Alumbra Rural?

Poner cara a un contexto, hacer sensible este trabajo en lo rural.

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Jose Iglesias García-Arenal

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Jose Iglesias García-Arenal trabaja a través de la práctica artística y curatorial en procesos de largo recorrido en torno a las políticas de la memoria y las estructuras de poder que configuran los territorios que habitamos. Desde 2019 dirige Plataforma MAL, asociación dedicada a  procesos de investigación y creación artística desde las “urbanidades difusas” del suroeste ibérico, desarrollando residencias, talleres, procesos de mediación y diferentes actividades contra la “desertificación cultural”. 

Lorenzo Galgó nace en 2002, después de la entrada del euro, su infancia coincidió durante la crisis del 2008 y su dieciocho cumpleaños con el Covid. Crece en Valdepeñas, pueblo de unos 30.000 habitantes y de 487 kilómetros cuadrados de extensión. Es un lugar seco y llano con un horizonte presente. Su trabajo es fruto de una insalvable distancia entre el hecho y el dicho. Aquello que pasa en la vida y como se captura esto en las redes de significiación y sus posibles materializaciones amorosas.

Tras graduarse en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de País Vasco, trabaja en las hibridaciones entre el rol del artista y del comisario. Su trabajo ha recibido becas como la Beca de Comisariado de Can Felipa Art (2024) y la Beca de comisariado de Bilboarte (2024), la Beca de investigación de Sublime Metabólico de Medialab Matadero junto a la comisaria Maria Morata y participó de la segunda edición de la Escuela de Invierno en el Centro Cultural Condeduque bajo la dirección de La Tristura (2022). Cursó una residencia en La Casa Encendida Radio bajo la invitación del Instituto de Estudios Postnaturales en 2021.

Lorenzo Galgó

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