Gesto heredado
por Lourdes M. ª Castillo
.png)
A través de mi obra intento siempre rescatar y dar presencia a aquello que ya no está, lo que fue o lo que, de forma silenciosa, se desvanece. Mi creación se convierte en un acto de memoria y de resistencia frente al olvido. Para ello, recurro a las técnicas heredadas de mis mayores, conocimientos transmitidos de generación en generación, como un hilo invisible que me une a quienes me precedieron. Repito los mismos gestos que tantas veces ejecutaron sus manos sabias y, en esa repetición, se encarnan los ecos de sus vidas. En cada puntada, en cada forma, capturo las siluetas de las personas que me habitan, que me conforman y que siguen hablando a través de mi hacer. Así, el acto de crear se transforma en un espacio íntimo y sagrado donde el pasado dialoga con el presente.
Me gusta construir mis propios bastidores y fabricar algunas de las herramientas con las que trabajo. Siento que, de otro modo, la obra no me pertenecería por completo, como si una parte esencial de su esencia quedara ajena a mí. Hay en ese proceso una entrega especial a cada proyecto, un vínculo íntimo con la materia desde su origen. Me emociona observar cómo la obra emerge desde la nada, desde la idea, cómo toma forma poco a poco hasta alcanzar su estado final, tal como sucede con todos los seres y las cosas del mundo: antes no estaban, y ahora están. Han sido creadas, han cobrado existencia y, en ese gesto de traerlas al mundo, también yo me transformo continuamente.
Texto curatorial de Teresa Ases y Carlos I. Faura
La obra de Lourdes Mª Castillo se sitúa en el cruce entre preservación cultural y creación contemporánea. Su interés por recuperar gestos heredados, tradiciones y saberes artesanos la lleva a producir piezas donde la técnica manual y la autoría artística se encuentran. Fabricar sus propios bastidores y herramientas forma parte de un proceso que arranca desde el origen de la materia y se proyecta hacia lenguajes visuales contemporáneos.
En este contexto, la aparición del nudo de Alcaraz en su trabajo le permite integrar a su práctica una técnica textil en riesgo de desaparición. Este gesto no es solo un acto de memoria, sino una acto de preservación con el patrimonio inmaterial, capaz de reactivar saberes desde la contemporaneidad.
Desde la gestión cultural, este gesto heredado ejemplifica cómo el arte contemporáneo puede aparecer como herramienta de salvaguarda y proyección de técnicas tradicionales. En un momento en que muchas de ellas corren el peligro de desaparecer, proyectos como este no solo generan obra, sino que fortalecen el vínculo entre comunidades, patrimonio y discursos críticos actuales del sector del arte.
¿Cómo fue tu paso por la residencia en Alcaraz?
Nunca había participado en una residencia artística y sin duda puedo decir que ha sido una experiencia que llevaré conmigo a lo largo de mi trayectoria artística, no solo por lo aprendido de los profesionales que nos asesoraron, sino por lo aprendido de mis compañeros.
Nací y crecí en Miguelturra, un pueblo cercano a la capital de la provincia de Ciudad Real, donde fui criada por mi abuela y mi madre. A los 18 años emigré a Granada para estudiar Bellas Artes, lo que siempre había sido una ilusión para mí, y donde sigo hoy en día.
Trabajo principalmente con tejidos, he trasladado este mismo material a diferentes soportes, fruto de una investigación por conocer los comportamientos de este y poder sacarle el mayor partido posible. El arte para mi es una forma de terapia, un medio por el cual expresar lo que, de otro modo, es difícil exteriorizar, de volver a la niñez, cuando las mujeres de mi casa nos reuníamos para las “labores”. Trabajo mayormente con la creación de personajes en tela, estos ponen de manifiesto miedos, sensaciones y realidades que me han o me siguen invadiendo. Recuerdo cuando aún era una niña, mi madre, mi pilar fundamental durante mi infancia, cayó en una depresión fruto de una situación de maltrato. Y recuerdo también que, fue durante esa época cuando más cosí, todas las tardes hacía algún muñeco, con botones por ojos, para regalárselo a mi madre, con la esperanza de que eso la animase.
Hago todas mis obras a mano, elijo el material, hago un estudio de la forma y posteriormente un patronado que me ayuda con el proceso del corte de la tela, la cual coso a mano o máquina. Es en este proceso donde se encuentra ese componente “terapéutico”, en la realización de una acción repetitiva y mecánica como es la costura. A lo largo de mi corta carrera como artista textil, he sido cuestionada en numerosas ocasiones, poniendo en duda mi obra y su cabida dentro del mundo del arte, tachándolo de artesanía como si eso fuera algo negativo.
Lourdes M. ª Castillo







