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¿Qué es el campo? /
No sé qué es el campo

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por Julia Alfaro
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El proyecto expositivo de Julia Alfaro parte de la premisa de que cuerpo, paisaje y materia están profundamente interrelacionados. A través de una investigación artística centrada en la cerámica contemporánea, la artista explora conceptos como el desarraigo, la identidad y los procesos extractivos vinculados al territorio. La ruralidad y la cerámica funcionan como ejes centrales de esta propuesta, que busca ampliar los márgenes tradicionales de la alfarería en Castilla-La Mancha.

"Hablar exclusivamente de alfarería supone limitar el desarrollo de la cerámica contemporánea en la región", señala Alfaro. A partir de esta reflexión, su trabajo se orienta hacia una comprensión expandida del material, donde la fisicidad del barro y las emociones que despierta cobran protagonismo. Preguntas como “¿cómo se siente un paisaje deshabitado?” o “¿qué forma desea tener el barro?” funcionan como motores de una investigación marcada por una sensibilidad hacia el territorio y una sensación persistente de ajenidad.

Las obras presentadas dialogan tanto con el entorno rural como con el espacio expositivo, configurando una instalación que performa un paisaje. Las piezas cerámicas, influenciadas por la escuela de Masaomi Yasunaga, se elaboran a partir de minerales naturales, compuestos sintéticos y arcillas comerciales, generando formas que oscilan entre lo antropomorfo y lo cacharriforme. “El vacío y la amplitud del territorio afectan al tamaño y disposición de las obras”, explica la artista, cuyas piezas están pensadas “para y en el territorio”.

La muestra Qué es el campo / no sé qué es el campo consta de dos series:

1. Cuenco, horizonte: una serie de cuencos hechos en torno usando distintas tierras locales de nuestra geografía. Aunque de dimensiones parecidas, se pretende experimentar con materias primas minerales u orgánicas. Utilizar el cuenco (forma básica, primigenia en todos los asentamientos) como excusa para conformar un paisaje en la sala de exposiciones.

​2. Alma de cántaro: Piezas cacharriformes, antropomorfas, hallazgos arqueológicos. Unas piezas con mirada contemporánea pero que respiran el aire de nuestra alfarería popular. Piezas echas mirando hacia un vacío amplio, materializado. La posibilidad de entablar una relación entre el material y nuestra vista. Alejarnos de intelectualizar el medio, un encuentro íntimo entre el campo y tú. 

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¿Cómo fue tu paso por la residencia en Alcaraz?

Como cuando en el taller dejas dos piezas de barro con distinto punto de humedad bajo el mismo plástico. La posibilidad de dar y la promesa de recibir. Un intercambio de saberes ligados a la creación artística y al mismo territorio.

Julia Alfaro

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Julia Alfaro nació en Cuenca en noviembre de 1999. En su infancia, la tierra que la rodeaba se presentaba como un abismo misterioso que no sentía el deseo de explorar. Esta percepción estaba directamente relacionada con los campamentos de verano organizados por la JCCM, a los que sus padres, con cariño, la inscribían con la intención de que conociera a otros niños y conectara con la naturaleza. Sin embargo, aquellos días se traducían en largas jornadas entre pinos demasiado altos y un calor seco que despertaba en ella un fuerte deseo de regresar a casa.

Durante la adolescencia, ya de vuelta en la ciudad, su relación con el territorio quedó marcada por la intensidad emocional y la particular idiosincrasia de esa etapa vital. Más que verlo como un periodo egocéntrico, Alfaro lo recuerda con ternura, consciente de la complejidad que habitaba en un universo cotidiano y reducido.

Los años siguientes los pasó en Madrid, donde estudió Diseño en la Universidad Complutense. Ese cambio supuso una expansión repentina de su mundo: cautivada por la riqueza cultural, la diversidad de personas y la multiplicidad de posibilidades, comenzó a reconocerse en un contexto más amplio y global. Una experiencia laboral posterior en el sur de Sicilia, como asistente en la dirección creativa de una startup, despertó en ella las primeras dudas sobre su vínculo con el lugar de origen y la forma en que se relacionaba con sus raíces.

Estas preguntas la conducen al presente, en el que, tras dos años de formación en cerámica, encuentra en esta disciplina una vía para reconocerse y formar parte del territorio. No desde la nostalgia ni desde el recuerdo, sino desde el presente, desde lo vivo, desde la acción de hacer paisaje.

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