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“Peregrinos del paisaje”: Alumbra Rural llega a Cuenca con las exposiciones de María Esteve y Zhenxiang Zhao

  • Foto del escritor: Alumbra Rural
    Alumbra Rural
  • hace 7 días
  • 2 Min. de lectura

La Sala Princesa Zaida del Museo de Cuenca acoge este 5 de noviembre la exposición Peregrinos del paisaje, un proyecto que reúne las obras de María Esteve (España) y Zhenxiang Zhao (China) bajo la comisaría de Gustavo Insaurralde, quien propone un encuentro entre dos miradas que convierten el paisaje en un espacio de comunión, memoria y búsqueda interior.


El entorno es un territorio de prolífica producción, memoria afectiva y revelación creativa, explica Insaurralde. En su texto curatorial, define la exposición como “una invitación a detenernos. A dejar que la mirada viaje más allá de la forma y del color, hacia ese territorio interior donde todo comienza.”. Para el comisario, los artistas se encuentran en la frontera entre lenguajes y sensibilidades, "guiados por el instinto de una certeza subyacente”.


En su proyecto Cerros testigos, María explora la relación entre cuerpo y territorio a través del caminar y el contacto directo con la tierra. Utiliza técnicas de frottage e impresión textil para capturar huellas y rastros del paisaje, que luego se transforman en imágenes cargadas de memoria. “Hay miradas que no se posan en los ojos, sino en las manos. Miradas que tocan, que tantean el mundo como quien busca un tesoro escondido y perdido”, escribe Insaurralde sobre su trabajo.


El comisario describe la práctica de Esteve como un proceso de escucha y observación que convierte la pintura en presencia. “En las manos de María, la mirada se hace tangible y el paisaje se transforma en lenguaje; la materia, en testigo; el arte, en una forma de manifestación”, afirma. Cada pieza se presenta como una conversación entre el cuerpo y naturaleza.


Por su parte, Zhenxiang presenta ¿Qué mimbre tengo, qué cesto hago?, donde el gesto y el material —el mimbre— se convierten en un medio de meditación. “El mimbre guarda en su fibra la memoria del río”, señala Insaurralde. “Cada rama conserva la parsimonia del agua que la meció, el movimiento del viento que la dobló, el latido que acompañó su crecimiento.” En sus manos, la materia se transforma en un puente entre lo natural y lo espiritual.


Zhenxiang entiende el paisaje como una experiencia interior más que como una representación. Sus estructuras de mimbre proyectan sombras que dialogan con lo intangible, “un rastro de luz que respira en silencio”, como lo describe el texto curatorial. Su gesto paciente convierte la creación en una forma de contemplación activa, donde lo visible y lo invisible se entrelazan.



 
 
 

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